Principios de la Bioética
A los principios tradicionales de la ética
médica, la Bioética añade dos nuevos
principios: la autonomía
(del paciente) y la justicia
(que debe ejercer la sociedad a través de sus instituciones de salud).
El
principio de la beneficencia
significa hacer el bien en todas y cada una de las acciones que se realizan,
pues dañar no puede estar presente, de manera consciente, ni en la idea, de un
profesional de la salud.
La
sociedad actual se caracteriza por un énfasis, a veces exagerado, en la
tecnología, y ello lleva imperceptiblemente a la deshumanización. Es por ello
que se hace más necesaria que nunca la formación humanista de los profesionales
de la salud. La atención de Enfermería debe fundamentarse, de manera especial,
en la formación humanista de ese profesional.
Una enfermera
practica la beneficencia a partir del momento en que se preocupa y dedica
atención preferente a su auto superación para mantener la competencia y
desempeño profesional, que le permitirá brindar una atención de calidad.
También cumplirá con el principio de beneficencia en las acciones cotidianas
cuando se esfuerce por establecer diagnósticos correctos de Enfermería, pues de
la identificación clara y precisa de las respuestas humanas del paciente a su
problema de salud/enfermedad dependerá la eficacia de las acciones
independientes de la enfermera. La enfermera aplica además la beneficencia
cuando, al ejecutar acciones dependientes de las órdenes médicas, ajusta el
horario de la administración de los medicamentos no a su comodidad, sino a las
necesidades del paciente.
El
principio de no maleficencia,
sinónimo del "No dañar", de la ética médica tradicional, es
considerado por algunos aticistas como el otro elemento del par dialéctico
beneficencia no maleficencia. En cualquier caso, se reconoce la obligatoriedad
de hacer el bien y no hacer el mal. Pero, ¿cuál es el bien y cuál el mal? A lo
largo de la historia de la humanidad, en correspondencia con la práctica
social, determinados grupos de hombres han elaborado sus propias teorías
filosóficas y en ellas han expuesto sus aspiraciones, como expresión consciente
y anticipada de sus necesidades históricas. Estas aspiraciones se desarrollan
en el sistema de valores morales
que, a su vez, se forman a través de la idealización del significado histórico
que la realidad tiene para el hombre.
Como todo
fenómeno social, los valores poseen un carácter histórico concreto, de manera
que cambian con el propio desarrollo de la sociedad. Por eso, como criterio
universal para la determinación de los valores actúa el progreso social: lo que
lo favorece, constituye un valor;
lo que lo dificulta u obstaculiza, constituye un antivalor.5
En
correspondencia con los valores universalmente reconocidos: la vida y la salud, cualquier enfermera puede distinguir dos ideas fundamentales:
- Su profesión le proporciona una capacidad peculiar que la faculta específicamente para contribuir al bien del individuo, la familia o comunidad que atiende.
- Su profesión implica un deber para con la sociedad.
La autonomía, uno de los principios que
incorpora la Bioética a la ética médica tradicional, se define como la
aceptación del otro como agente moral responsable y libre para tomar
decisiones. La expresión más diáfana del pleno ejercicio de la autonomía, por
parte de los pacientes, es el
consentimiento informado, el cual consta de dos elementos fundamentales:
la información y el consentimiento.
La información corresponde al
profesional de salud y debe incluir dos aspectos importantes:
- Descubrimiento de la información, que estará dosificada en correspondencia con lo que el paciente quiere realmente saber, cómo y cuándo lo quiere saber.
- La información comprensible, es decir, tomar en cuenta la necesidad de utilizar un lenguaje claro y preciso.
Por su
parte, el consentimiento es
competencia del paciente o de su representante moral (familiar) o legal
(tutores, en el caso de menores de edad, o abogados especialmente contratados
para el caso). El consentimiento
comprende también dos aspectos:
- Consentimiento voluntario, sin abusos paternalistas ni presiones autoritarias.
- La competencia para el consentimiento, tanto física como psicológica.
El consentimiento informado protege, en
primer lugar, a pacientes y sujetos de experimentación, previendo riesgos y
daños posibles; pero también protege y beneficia a todos en la sociedad,
incluyendo profesionales de la salud e instituciones.
Dicho
esto así todo parece claro y de fácil solución; sin embargo, el profesional de
la salud se enfrenta, en su ejercicio cotidiano, a una categoría mucho más
abarcadora que la autonomía, que es la integridad
del paciente como un todo, con sus valores más preciados: la vida y la salud,
que incluye además el respeto a su individualidad y a su derecho de libertad de
opción. Es precisamente en este rango, en el que se presentan los mayores
conflictos éticos. Otro tanto sucede cuando los elementos que justifican el
ejercicio de la autonomía en el
individuo son contrarios al derecho de elección de la comunidad.
El
principio de la justicia, en el
marco de la atención de salud, se refiere generalmente a lo que los filósofos
denominan "justicia distributiva", es decir, la distribución
equitativa de bienes escasos en una comunidad. Justicia significa, a fin de cuentas, dar a cada quien lo suyo,
lo merecido, lo propio, lo necesario, y este enunciado está evidentemente
vinculado, en primera instancia, al proyecto social del modelo económico que
impere en la sociedad que se analiza.
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